Oblivio por Andres Marin Solis

OBLIVIO | CAPITULO 3 | Una novela de ficción por Andres Marin Solis

El sótano era gigantesco, oscuro, no tenía ni una sola ventana, olía a guardado. Tenía un único bombillo al lado contrario de las escaleras, con una cuerda bien pequeña para poder encenderlo, tan alta que solo un adulto podría alcanzarla. Axel es el que finalmente se animó a caminar en la oscuridad para encender la luz. Procurando no tocar nada para que su ropa de marca no se ensuciara.

—¿Cuándo fue la última vez que bajaste al sótano? —preguntó Asher, mientras limpiaba sus anteojos para ver mejor en la oscuridad.

—Años, la verdad, no recuerdo, tal vez más de 10. —respondió Axel.

—Yo creo que recuerdo una vez que papá necesitaba papel higiénico y bajé corriendo a traer un paquete nuevo. Pero eso fue tal vez hace ocho años o más. — 

—Yo no puedo acordarme a qué bajé la última vez, pero es que nunca ha sido necesario. —

—Y siempre ha sido tenebrosamente oscuro. — 

—¿A qué genio se le ocurrió poner la luz hasta esta esquina? —

—Y este sonido tedioso. —

—Es la bomba del agua y el motor del aire acondicionado. —

—¡Es muy tenebroso para un niño! — 

Los gemelos caminaron despacio por todo el gran sótano.

Y Axel dijo: —¿Pero… soy yo o… este lugar está perfecto para la escena del concierto? En vez de hacerlo en una piscina, lo hacemos tipo Bar de New York. Le podemos poner luces de neón en las esquinas, pero que quede oscuro de todas formas, que las luces creen ambiente. — 

—¡Es una gran idea! Podemos poner el escenario en este lado —dijo Asher caminando hacia un lado —La gente baila aquí. — 

—Sí, y se graba solo para este lado. Así que todo el desorden se puede mover para acá, y vea todo el espacio que nos queda. —

—Y podemos grabar a los 4 personajes bajando las escaleras en cámara lenta. —dijo Asher.

Los gemelos recorrieron toda la vastedad del gran sótano, moviendo cosas, abriendo cajas. Axel dijo unos segundos más tarde: —¡Es perfecto! — 

—¿Usted cree que nos dejen? —

—Es mejor pedir perdón que pedir permiso, —dijo Axel mientras mueve un par de cajas para el otro lado del sótano.

En silencio, los dos se pusieron a trabajar y pasaron así un buen rato, moviendo cajas, bolsas, muebles viejos y herramientas. Dejando el 80 % del lugar libre, en ese proceso planearon que con sus amigos mañana iban a limpiar bien el lugar y montar el escenario.

Al final solo quedó un estante gigantesco de metal repleto de cajas de herramientas, latas de pintura y otras cosas que se veían todas pesadas. 

—¿Movemos esto ya o lo hacemos mañana con ayuda de los demás? —preguntó Axel.

—No creo que entre usted y yo podamos mover el mueble aun estando vacío, pero, intentémoslo, y si al final no podemos moverlo, ya mañana nos ayudarán. —respondió Asher.

—Ok, pero apenas terminemos de mover todo esto, nos vamos por pupusas. —dijo Axel mientras se puso a vaciar el estante gigantesco. 

—Pero papá dijo que nos había dejado comida. —dijo Asher mientras traía una escalera para bajar todo lo que estaba en la parte más alta.

—No, él dijo que había comida, no que nos había dejado comida, creo que él quería que cocináramos algo. —

Mientras discutían, Asher notó que todas las cajas y contenedores que estaban moviendo estaban vacíos. Una por una intentó alzar todas, las latas de pintura, las botellas de aceite de carro, las cajas de herramientas, todo vacío.

—¿Ax, sus cajas están vacías? ¡Por qué las mías sí! ¿No será más fácil mover este mueble con todo en vez de vaciarlo primero? —Asher se bajó de la escalera e hizo un intento de mover su lado del estante, y dicho y hecho, no estaba para nada pesado. Es más, se sentía como si estuviera sobre ruedas de lo fácil que se movió. En ese momento, Axel intentó mover su lado del estante y no pudo moverlo. 

—¿Qué? Si esto está pesadísimo todavía. — 

Asher dijo: —Nombres, vea, no pesa nada, —y empujó de nuevo, pero esta vez el mueble se abrió por completo como si fuera un portón, y para sorpresa de los gemelos, escondida detrás del mueble, había una entrada, un hueco oscuro que llevaba por otras escaleras a un nivel más abajo. 

Los gemelos en silencio se miraron de nuevo entre sí.

Esta vez no sonreían.


«Las puertas del infierno están abiertas noche y día. 

Suave es el descenso, y fácil es el camino. 

Pero regresar y contemplar los cielos alegres, 

en esto reside la tarea y el gran trabajo»

—Virgilio, La Eneida


 

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