El Apóstol Pablo nos dice en Primera de Corintios 13, versos 2 y 3: “Y si tuviese profecía, y entendiese los misterios y toda la ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve.” Como podemos nosotros en estos tiempos realmente aplicar esta palabra tan poderosa y tan genuina en nuestras vidas?
En un mundo donde todos se esconden detrás de las redes sociales sin temor a tirar palabras de odio y rechazo, en vez de comprensión y amor. Jesus mas que nadie nos da el ejemplo de como andar entre el mundo pero no siendo como los del mundo.
A veces pienso que el peor enemigo de uno, es uno mismo. Nuestras propias inseguridades y temores nos llevan a cometer el grave error cuando conocemos a alguien que no piensa como nosotros… a juzgar, rechazar, y a veces hasta odiar cuando realmente lo que tenemos que demostrar mas que todo es comprensión y amor. Y ese es el error en el que muchas veces nosotros como parte de la iglesia hacemos seguidamente. Como entonces podemos nosotros acercarnos hacia al mundo y traerlos al amor de Cristo cuando no estamos dispuestos a escuchar y compartir, con ellos. O a entenderlos? La respuesta es fácil, no se puede.
Como Cristianos, tenemos que reflejar la luz y el amor de Cristo en nuestras vidas. Que nuestras acciones hablen mas que lo que tenemos que decir. Demostrar que la iglesia no es lo que ellos ha venido a pensar por mucho tiempo por lo que han visto y sentido en la iglesia. Demostrar que nadie es perfecto,
solo Dios, y que amamos al mundo pero no a su pecado y que estamos dispuestos a compartir con ellos y que podemos tener un dialogo con ellos sin temor a ser juzgado o atacado.
Así como nos gusta hablar, tenemos que aprender a escuchar mas, tenemos que simplificar nuestro mensaje. Ver a la persona como lo que es, un hijo(a) de Dios. Enseñar la verdad y buscar una respuesta de parte de ellos. Mas que todo tenemos que vivir nuestro mensaje. No podemos como iglesia seguir cayendo en la hipocresía que es la religiosidad.
Cuando entendamos lo que es nuestro deber como iglesia y como seres humanos, vamos a poder ser de bendición para los demás y demostrar que podemos ser y reflejar la luz de Jesus. Al fin de acabo lo que queremos es llevarle al mundo el mensaje de el amor de Dios para con nosotros, y acercarnos cada vez mas al reino de Dios.